El Libro de los Hechos de los Apóstoles.
Día 58
Lectura Hechos Capítulo 27:33 al 44
Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo:
“Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.”
Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.
Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.
Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave.
Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.
Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.
Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.
Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
(Hechos de los Apóstoles 27:33 al 44)
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