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“EL QUE PIDE, RECIBE” ¿Cómo debería pedir para recibir?

Pedir para recibir 


Jesús dijo en una ocasión:

"Pidan y recibirán, porque todo el que pide, recibe" 

(Lucas 11:9-10)

Esto es verdad, siempre y cuando pidamos porque estamos en necesidad y no por puro placer o comodidad.

Santiago en su carta escribió:

“Ustedes piden y no reciben, porque piden mal, para gastar en sus propios placeres.”

(Santiago 4:3)

Aquí están algunas preguntas que hoy me planteo:

¿Cuál es la petición que siempre recibe contestación?

¿Cómo debo pedir si quiero recibir?

¿A quién debo acudir?

Si pedimos de la manera correcta, con fe y sinceridad. Si acudimos a la persona indicada, recibiremos esa respuesta tan esperada.

Pero atención a esta frase de Oswald Chambers 

«Nunca recibiremos si no pedimos por pobreza interior, sino por codicia.
Un pobre pide porque se encuentra en un estado agónico de pobreza; no se avergüenza de mendigar.
Jesús dijo: "Bienaventurados los pobres de espíritu."»
Oswald Chambers

Cuando llegas a ver tu tremenda pobreza espiritual es cuando comienzas a pedir, a buscar y a llamar con desesperación, deseando la ayuda y la salvación que solo viene de Dios.

Seguramente habrás oído hablar del Rey David. La Biblia dice que era un hombre conforme al corazón de Dios. (Ver 1 Samuel 13:14 y Hechos 13:22) Sin embargo, hubo un momento en la vida de David en que se dejó llevar por la pasión sexual. Miró la mujer ajena y la codició. Tanto la deseó que al final con ella se acostó y la embarazó. Luego trató de tapar su pecado. Mandó matar al esposo de aquella mujer y trató de seguir con su vida normal como si nada malo hubiera cometido, pero Dios, quien todo lo ve, se encargó de mostrarle a David su pecado, su miseria y su tremenda pobreza a pesar de toda su realeza.
(Ver 2 Samuel 11 y 12)

Leamos a continuación las palabras desesperadas de un hombre arrepentido y humillado luego de ver la gravedad de su pecado:

El Salmo 51 comienza de esta manera:

«Al músico principal. Salmo de David, después que vino el profeta Natán para hablarle sobre su adulterio con Betsabé.

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.

Lávame, más y más de mi maldad, y límpiame, de mi pecado.

Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.

Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.

He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.

He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.

Purifícame, con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.

Hazme oír, gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido.

Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.

No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu.

Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente.

Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti.»
(Salmos 51:1-13)

Esta oración salió de lo profundo de un corazón que reconoció la miseria de su situación.

La Biblia dice que David fue visitado por Natán.

¿Quién era este Natán?

Natán era tan solo un mensajero. Era el hombre enviado por Dios para hacerle ver a David la gravedad de su condición.

Tal vez hasta este momento has estado viviendo como David. Estás atrapado en tu pecado pero eres incapaz de reconocer tu miserable estado.

Te aseguro que yo también estuve como David, tratando de seguir adelante con mi vida, sin ver que estaba mal todo lo que hacía, hasta que un día llegó mi “Natán” para hablarme con honestidad y hacerme reconocer la realidad. 

Cuando este “Natán” abrió La Biblia, se encendió la Luz de la Palabra de Dios y mis ojos pudieron ver la suciedad de mi corazón, entonces busque el perdón de Dios, creí en Jesús como mi Salvador.

Si tu eres como David, si has caído en pecado, si estás tratando de tapar toda tu suciedad, espero ser como tu “Natán” y que puedas reconocer lo mal que ahora estás.

Mi mayor anhelo es que Dios derrame su gracia sobre tu vida y te ayude a ver la situación en la que te encuentras en estos momentos.

David llegó a entender que la única forma de ser perdonado y restaurado era volviendo a Dios en oración con un corazón contrito y humillado.

Estas fueron sus palabras casi al final del Salmo 51

“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
(Salmos 51:16-17)

Si ahora te humillas y pides perdón, recibirás la gracia del Señor. 

Dios nunca desprecia el corazón que le busca con sinceridad reconociendo su necesidad.

El corazón contrito y humillado jamás será despreciado.

Si crees en Jesús y lo recibes como tu Salvador, todo en tu vida cambiará. Su gracia te transformará, tendrás vida nueva y profunda paz.

Te dejo un pensamiento para tener en cuenta:

"Quien pide desesperadamente misericordia y gracia lo hace porque es consciente de su incapacidad para alcanzar la salvación. Mientras no reconozcamos la gravedad de nuestra situación, no doblaremos las rodillas en oración".

Ahora es el momento apropiado para confesar tu pecado y volver tu rostro hacia Jesús, aquel que murió por ti clavado en una cruz.

Recuerda: La oración que se hace de corazón, pidiendo perdón, siempre recibe contestación.

Gerwuer 📖 

#Amar La Biblia 

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